




Castilla-La Mancha por sus características geográficas, climatológicas, régimen hidrológíco y grandes extensiones de meseta, ha sido tradicionalmente una zona típica de cultivos herbáceos en terrenos de secano (cereal), con una flora silvestre asociada de tipo aromático, condimentario y medicinal muy abundante y variada.
Los cultivos de cereal son altamente sensibles a las variaciones climatológicas sobrevenidas con el cambio climático, con una pluviometría escasa y muy variable, con unas estaciones intermedias (primavera-otoño) que se acortan y tienden a desaparecer, y con unos recursos hídricos inestables y escasos. Estos ha provocado que a una rentabilidad ya muy ajustada se unan mermas importantes en algunas cosechas provocadas por factores climáticos en los últimos años.
Ante esta coyuntura, un grupo de agricultores y técnicos se planteó en 2005 la sustitución del cultivo de cereal por el de plantas aromáticas, haciéndolo de forma profesional y escalable.